Al despertarnos esa mañana no había plan o itinerario a seguir. Cuando salimos de la tienda de campaña nos esperaba un día fresco y claro, era como ver el horizonte en alta definición, perfectamente delineado contra el cielo.
Desayunamos lento, intentando retener cada línea a lo lejos marcada en nuestra memoria. Y justo ahí, en medio de nuestro punto de visión, Skiddaw. Cubierta en nieve, alta e imponente contra las demás montañas, flanqueada por otras dos cumbres. Como un cuadro perfectamente enmarcado nos desafiaba a acercarnos.
Pero como sucede cada vez que salgo al aire libre, un poco de locura toma control sobre mi cabeza y no puedo evitar saltar de roca en roca, correr, mirar al cielo y sonreír. Me lleno de energía, mis oraciones dejan de tener sentido y no importa qué haya hecho en días anteriores o que extenuarme no sea lo más sensato, quiero más.
La decisión fue hecha sin palabras, Scott y yo nos miramos con una sonrisa y asentimos: hoy intentaríamos subir Skiddaw. Olvidando los dos últimos días que pasamos corriendo y el supuesto día de descanso que tomaríamos hoy, empezamos a subir.
Imposible de reprimir o disimular, la vida simplemente explota dentro de mí y lo único que puedo hacer es tratar de no resbalar con la nieve y caer de la cima mientras salto de roca en roca por la cresta. Correr como un niño, saltar sin motivo aparente y reír. De esto se trata la vida.
Nos esperaban cuatro horas de camino de regreso a casa y demasiadas entregas y tareas para el trabajo y la universidad. Pero por un momento fuimos poderosos e invencibles. Y son estos momentos, estas memorias que acabamos de crear, las que recordamos años después, cientos y miles de kilómetros más tarde.
Creating Memories
There was no itinerary to follow as we woke up that morning. A crisp and fresh day awaited us as we stepped out of our tent; it was like seeing the horizon in high definition, perfectly outlined against the sky.
Breakfast was taken slowly, we were trying to retain every distant outline in our memories. And right there, in the middle of it all, Skiddaw. Covered in snow, tall and imposing, it stood out against the other mountains. Just like a perfectly framed picture, flanked by two smaller peaks, it defied us to get closer.
And as it happens every time I am outdoors, craziness takes over my mind in stages and I cannot help but to run, skip from rock to rock, look up at the sky and smile. My body fills up with energy, my sentences stop making sense and whatever workout I might have done in previous days is forgotten – I want more.
The decision was made without words, Scott and I looked at each other with a smile and nodded: we would try to summit the snowy Skiddaw. Forgetting about the past two days of running and the intended rest-day, we made our way.
Impossible to suppress or conceal, life simply surges from my insides and all I can do is try not to slip on the snow and fall from the top as I skip stones on the summit. To run like a child, jump without reason and laugh. This is what life is about.
A four-hour drive home was waiting for us; too many deadlines for work and university. But for a moment we were invincible and free. And it is these moments, these memories we had just created, that we remember years later, thousands of miles afterwards.